La ultra derecha a las instituciones educativas públicas
Las universidades post pandemia del Coronavirus
Boaventura de Sousa Santos, doctor en Sociología del derecho, reflexionó y planteó la necesidad de democratizar, descolonizar y despatriarcalizar las universidades públicas para lograr enfrentar el nuevo ataque al sector ante la crisis mundial del covid-19.
Según Santos, los principales blancos de la educación pública fueron el capitalismo universitario y la ultraderecha ideológicos. Por ese motivo, comentó que “el primer ataque se intensificó en los últimos cuarenta años con la consolidación del neoliberalismo como lógica dominante del capitalismo global”. Por otra parte, el sociólogo explicó que “la universidad se convirtió en un área de inversión potencialmente lucrativa”.
Esto significó que dio comienzo a un proceso variado, a pelando a la crisis financiera, que incluyó la creación de universidades privadas con acceso a fondos públicos, sub-financiar las universidades públicas, devaluar salarios docentes, flexibilizar los vínculos laborales con las universidades públicas, la transferencia de la inversión pública en la formación de profesorado al sector privado, establecer el pago de matrículas para que las universidades públicas obtengan sus propios ingresos. A su vez, incluyó la lógica mercantil en la gestión de las universidades públicas, la condición de profesor e investigador debía flexibilizarse (es decir, precarizar), los estudiantes se convertían en consumidores de un servicio y las universidades públicas se convenían en una empresa más midiendo el valor mercantil de los servicios universitarios.
Para Boaventura de Sousa Santos “las razones más profundas del ataque del neoliberalismo a las universidades públicas residen en que estas tradicionalmente habían sido las formuladoras de proyectos nacionales, proyectos sin duda elitistas y a veces muy excluyentes (racistas, colonialistas, sexistas), pero que buscaban dar consistencia a la economía capitalista nacional y a la sociedad en la que se asentaban”. Para el modelo neoliberal, la idea de un proyecto nacional, como una idea de capitalismo nacional, resultaba inverosímil. Su objetivo era la globalización de las relaciones económicas, de libre circulación de capitales, bienes y servicios, pero no incluía trabajadores. “Antes de la pandemia las universidades públicas ya estaban muy desfiguradas, sin ninguna visión de misión social, lidiando con crisis financieras crónicas”, explicó Santos. Por ello, los rectores de las instituciones educativas reflejaron este panorama, y para el Sociólogo “se convirtieron en los gestores de crisis financieras, fueron incapaces de poner en práctica las ideas innovadoras incluso si las tuviesen, situación que se hizo rara, sobre todo donde dejaron de ser electos por la comunidad universitaria”.
Boaventura certificó que “el segundo ataque, más reciente, vino de la derecha ideológicamente ultra liberal, que tiene una ideología extremadamente conservadora, cuando no reaccionaria, a veces formulada en términos religiosos”. Según Santos, esta nueva derecha se encuentra apoyada socialmente por grupos radicales de extrema derecha neonazi y proselitistas religiosos. Incluso ha llegado a gobiernos de diferentes países. Se puede observar que van desde Hungría a Turquía, desde Brasil a la India, desde Polonia a Estados Unidos. Sin embargo, en Estados Unidos, hace varios años que venían influyendo en la política universitaria, en los estados de la federación y desde las estructuras de gobierno de las universidades públicas. Los grupos de ultra derecha, a pesar de ser altamente ideológicos, se presentaron como anti-ideológicos. Lograron establecer que todo pensamiento crítico, libre e independiente busca subvertir las instituciones y desestabilizar el orden social, afirmó Boaventura.
Para estos sectores, la universidad pública es donde se propaga el "marxismo cultural", expresión utilizada por el nazismo para demonizar a los intelectuales, que muchos de los cuales eran judíos. Para el sociólogo, el segundo momento, ocurrió en la India, donde se considera como ideología todo lo que no coincide con la comprensión política conservadora del hinduismo político. En otros contextos, es el islam político el que desempeña el papel de guardián ideológico contra las ideologías.
Para evitar que la universidad pública continúe produciendo conocimiento crítico, libre, plural e independiente, estos grupos produjeron sus ataques, aunque de diferentes maneras pero confluyeron en el mismo objetivo, la eliminación de estas ideas. La manera de realizarlo fue utilizar la crisis financiera de las universidades públicas para reducir educación de materias básicas, y concentrarse en aquellos conceptos libres de ideologías, alegando la utilidad para el mercado laboral. Boaventura de Sousa Santos explicó que “muchas de las llamadas materias ideológicas se impartieron en cursos opcionales, en departamentos de literatura y de filosofía o en departamentos recién creados. El ataque consistió en eliminar las opciones y cerrar estos departamentos por supuestas razones financieras”.
La pandemia, hizo atenuar dichos ataques y las universidades públicas centraron sus acciones en adaptarse a los cambios provocados por el COVID-19. Incluso mucho de ellas, aumentaron su visibilidad pública, gracias al protagonismo de estudiantes graduados y científicos que investigan y se encentran trabajando en las áreas relevantes de la salud. Para proyectar a un próximo periodo pos pandemia, se debe responder varias preguntas.
¿La pandemia ha agravado las tendencias de degradación de la universidad?, ¿cómo se comportó la universidad durante la pandemia? Santos considera que “es muy difícil generalizar, pero se puede decir que el centralismo se ha profundizado y la lógica burocrática que domina las relaciones interuniversitarias en la actualidad no cambió un milímetro; se tuvo muy poco cuidado con los estudiantes más allá de breves momentos en línea o lidiando con las exclusiones que causó la supuesta ciudadanía digital; los docentes que dedicaron más tiempo a los estudiantes lo hicieron por iniciativa propia y espíritu de misión; la situación de los docentes fue totalmente descuidada, enfrentando cambios en la vida familiar, utilizando tecnologías de enseñanza con las que la mayoría estaba poco familiarizada, con una inmensa carga burocrática, con el deseo de innovar, casi por necesidad frente a los desafíos de la pandemia, pero bloqueados por el muro burocrático”.
Otra de las cuestiones será ¿cómo se posicionará la universidad pública en la disputa por la narrativa?, a lo cual Boaventura explicó que, “tan pronto como pase la fase aguda de la pandemia, habrá un conflicto ideológico y político sobre la naturaleza de la crisis y los caminos de futuro. La especificidad de la universidad pública es que debe responder a esta pregunta en dos niveles: a nivel de la sociedad en general y a nivel de la universidad en particular”. Con lo cual, afirmó que “se diseñaron tres diferentes escenarios: la primera hipótesis es que, todo volverá a la normalidad rápidamente; la segunda es que, habrá cambios mínimos para que todo permanezca igual; y una tercer hipótesis es que, la pandemia es la oportunidad de pensar en una alternativa al modelo de sociedad y de civilización en el que hemos vivido, basada en una explotación sin precedentes de los recursos naturales que, junto con la inminente catástrofe ecológica, nos lanzará a un infierno de pandemias recurrentes”.
Ante las preguntas de ¿cómo expondrá la universidad pública los escenarios y se posicionará ante ellos? y ¿cómo responderá a los ataques que precedieron a la pandemia?, el sociólogo, declaró que “la forma en que la universidad pública interprete la crisis y responda a ella será decisiva para que se posicione ante los dos ataques precedentes: el neoliberalismo universitario y la ultraderecha ideológica”. Por ello, aclaró que “la universidad pública solo se defenderá efectivamente contra ellos en la medida, que se enfoque en el tercer escenario. No es solo la institución que mejor puede resolver el tercer escenario y caracterizar el período de transición que implica. Es la única institución que puede hacerlo. Si no lo hace, será devorada por el vértigo neoliberal que ahora se ve reforzado por la orgía tecnológica de zoom, streamyard, webex, webinar, etc”. Con lo cual, Santos añadió que “vendrán los vendedores del primer y del segundo escenarios. Y, para ellos, la universidad pública del futuro es online: grandes ahorros en personal docente, técnico y en instalaciones; forma expedita de acabar con las materias "ideológicas" y con las protestas universitarias (no hay estatuas en línea); eliminación de procesos deliberativos presenciales disfuncionales. Finalmente, el fin de la crisis financiera. Pero también el fin de la universidad tal como la conocemos”.
La manera de enfrentar este panorama está vinculada a la credibilidad del tercer escenario. Con una clara estrategia, democratizar, desmercantilizar, descolonizar y despatriarcalizar. Boaventura establece que la democratización de la universidad pública posee múltiples dimensiones. Está debe democratizar la elección de sus rectores y autoridades. Por ello, las instituciones no democráticas están históricamente condenadas. Se necesita de la comunidad universitaria, en su conjunto, ya que tiene la legitimidad para elegir a los rectores y autoridades. A su vez, la de democratizar sus relaciones con la sociedad. Las universidades públicas producen conocimiento y cuanto mejor se dialogue con otros saberes que circulan la sociedad, mejor serán sus relaciones. Por ello, Santos aclaró que “una universidad pública encerrada en sí misma es un instrumento fácil para los poderes económicos y políticos que quieren ponerla a su servicio. La universidad pública tiene que democratizar sus relaciones con los estudiantes, a los cuales, con una pedagogía atrasada y rancia todavía ve como ignorantes vacíos donde los docentes mantienen el conocimiento lleno. La verdad es que se aprende-con y se enseña-con. Nada es unilateral, todo es recíproco”.
Por otro lado, bajo estas premisas las universidades públicas deberán evaluar a sus profesores, de acuerdo con otro tipo de criterios de productividad que no excluyan la responsabilidad social de la universidad, y en el campo de la extensión universitaria. De esta manera, las ciencias y la investigación contribuirán al bien común de la población. Es por ello, que según Santos “el dominio de las humanidades, las artes y las ciencias sociales volverán a tener el protagonismo que alguna vez tuvieron”. Por otra parte, a los estudiantes nacionales y extranjeros no se les debe cobrar tasas de matrícula. Esta es una estrategia central para la democratización y para la descolonización. A partir de lo que explicó Boaventura de Sousa Santos, “las universidades públicas europeas nacieron y prosperaron con el colonialismo. Enseñando y legitimando la historia de aquellos vencedores de la expansión del continente europeo”.
Por eso los planes de estudio deben ser descolonizados, aumentar el conocimiento de los estudiantes y no dar lugar a que la fuerza política ultra conservadora desea eliminar, para destruir el conocimiento. Estos grupos pretenden que el conocimiento dominante este basado en la ignorancia especializada e intencional. Y son los mismos sectores cómplices del genocidio colonial, de etnias y mujeres. Por ello, “las universidades públicas necesitan iniciar, de manera urgente, políticas de acción para una mayor justicia cognitiva y etnorracial, tanto entre los estudiantes como entre los docentes”, afirmo Santos.
La mayor parte de la comunidad universitaria, se encuentra representada por mujeres, sin embargo en las altas jerarquías, científico y de gobierno, los hombres siguen dominando. Para Santos, “los planes de estudio focalizan la misoginia y los prejuicios sexistas, y se pregunta ¿Dónde están las científicas, las artistas, las escritoras, las luchadoras, las heroínas? Las relaciones entre el personal docente, técnico y estudiantil tampoco están libres de los mismos prejuicios. Por eso, sin ellas la universidad no tendrá futuro”.
(Fuente: Nodal - Boaventura de Sousa Santos es director del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coimbra (Portugal).
Comunicación IUNMa